jueves, 13 de noviembre de 2014
domingo, 19 de octubre de 2014
jueves, 16 de octubre de 2014
mi biografia
Mi nombre es: Nery Adán Reyes Calderón.
Nací el: 26 de mayo del 1995.
En la comunidad de: Aldea Granados Sector II Nuevo San Carlos.
Mis padres son: Jacoba Catalina
Calderón Cifuentes, Casimiro Efraín
reyes López
Fotos de mis primeros años

Estudios realizados:
Entre a estudiar a los 6 años pre-primaria en la escuela oficial rural
mixta de aldea granados sector II la maestra que me daba clase era muy divertida
que siempre jugábamos y nos divertíamos aprendiendo con ella.
A los 7 a12 anos entre a
primaria esa fue la etapa más
divertidas porque compartí con distintos maestro k eran muy bueno porque
siempre nos ensenaba para la vida y lo importante que aprender.
A los 16 a 18 años entre a estudiar nivel diversificado fue en el 2011 cuando entre a cuarto magisterio en este primer año me correspondió ir a la escuela a realizar mis primeras prácticas de docentes y fueron 15 días, en el 2012 me correspondía estudiar 5to magisterio en este grado tuvimos que ir a realizar un mes y medio de prácticas y fueron muy lindas, en el 2013 para finalizar 6to magisterio en este años me pasaría muchas cosas en febrero me quebré y tuve cuatro mes con el yeso después me correspondía dar mis prácticas y fueron 3 meses de ejercer las practicas tuvimos compartiendo con los alumnos mucho tiempo para el 15 de septiembre fue muy lindo porque desfilamos con todos y fue muy divertido estar con ellos. En el último día de las practicas tuvimos jugando todo el día con ellos para el 25 de octubre fue un día tan especial porque al pasar de todo lo bueno que nos pasó al fin nos graduamos.
En este ano que ya estamos terminando tenía que elegir qué universidad iba a estudiar y que carrera elegir y me decidí estudiar PEM en pedagogía el primer sábado que fui tenía muchos nervios pero a la vez tenia curiosidad de conocer a los nuevos maestros que nos iban a dar clase pero el tiempo que llevo en la universidad me parece muy interesante porque aprende
cosas nuevas.
miércoles, 15 de octubre de 2014
el maestro y el robot
Resumen El
maestro y el robot
Villamadruco es un pueblo pequeño de color blanco donde vive el profesor Don Nicomedes quien llego ahí para esperar el tiempo de su jubilación, un poco triste por la muerte de su esposa
En el pueblo habitan niños muy singulares casi todos con la ausencia de sus padres ya que debido a la falta de trabajo y oportunidades tuvieron que irse a un lugar lejano, los niños viven con sus abuelos pero en realidad son los niños los que mantienen a los abuelos y no los abuelos a los niños pues los abuelos eran flojos y los niños estaban dedicados cada una realizar una actividad, casi eran expertos en lo que les tocaba, ordeñar a las vacas trabajar en el campo en cambio a los abuelos lo que más les interesaba era tomar el sol
Un día estaban dando clase el profesor estaba ya muy cansado y pidió que se sentaran. El maestro tomaba aires respiratorios para recuperar el aliento y los alumnos lo imitaron mientras jugaban platicaba y reían. Entonces Rafa, y Quico rompieron la tranquilidad porque se estaban peleando. Algunos compañeros los animaba mientras algunos más los intentaba separar. Hasta que el maestro los separo y les dijo dejen de pelear y que se fueran a comer.
Después pusieron la comida que todos llevaban y dijeron que todo era de todos y empezaron a comer porque tenían que recuperar las fuerzas al ir al castillo. Entonces Elisa empezó a hablar de la ausencia de los padres, pues los padres y madres se fueron de Villamadruco de Todo lo alto a conseguir un trabajo. Elisa empezó a contar de cuando era pequeña y la gente del pueblo empezaba a bajar a Villamadruco de Todo lo Alto y que ella bajaba con sus padres porque le gustaba ver el pueblo desde lejos porque era muy bonito y muy blanco a ella le parecía que era una mancha de nieve. Jacobo dijo que el también bajaba con sus padres pero a él no le parecía una mancha de nieve porque no la conocía y ni siquiera había conseguido soñar con ella.
2 cuando
don Nicomedes llevaba allí un par de cursos, el Ministerio envió una inspectora
a visitar la escuela. A lo largo de la inspección, el maestro iba aprovechando
todas las oportunidades para decirle que a ver si les mandaban una estufa,
porque en invierno no había quien aguantara. También necesitaban
urgentísimamente pupitres nuevos, porque los que tenían eran tan viejos que las
carcomas estaban ya terminando de comérselos.
Don
Nicomedes: parece que estos niños destacan mucho en trabajos manuales. Han
tenido las mejores calificaciones de toda la provincia. Y además todos, sin
excepción. ¿Podría enseñarme las manualidades? Pero él, que era muy obsequioso,
estaba sacando algunas cosas para reanimar a la inspectora
Total,
que tuvo que sacarla a pasear por el pueblo a ver manualidades. Seguidos por
todos los alumnos, saludaron a los abuelos sentados al sol, que les decían: «A
la paz de Dios, don Nicomedes y la compaña». Le fue explicando que, al llegar
él, el pueblo estaba bastante abandonado, porque todos los hombres se habían
ido. Los niños y niñas tenían que atender a lo más imprescindible y cada uno
iba a su aire: labraban la viña, cuidaban las cabras, atendían a las gallinas,
los conejos o la vaca... —O sea, lo más imprescindible para comer —decía—. Y
claro, no les quedaba tiempo para arreglar nada.
Durante
meses no se supo nada. Pasó el invierno y la estufa no llegó. Dieron las clases
en el campo, buscando una racacha soleada, calentándose alrededor de una
hoguera de sarmientos, o trabajando en firme para desentumecer los músculos y
entrar en calor.
Lo
que se comunica a usted a los efectos oportunos.
Luego
venía una firma que para ser de un jefazo del Ministerio de Educación tenía una
letra fatal, y muchos sellos de tampón de color morado que hacían muy bonito.
3
Las abras de la escuela resultaron de lo más intrigante. Un buen día, el tío
Cosme, que era el mudo del pueblo, apareció corriendo cuesta arriba por el
camino de Villalmendruco de Abajo. Resollaba, con su corpachón bamboleándose
del esfuerzo, su redonda cara enrojecida, la reluciente calva bañada en sudor,
y dando gritos. ¿Dando gritos? ¡Pero si era mudo! Sí, era el mudo del pueblo;
pero era un charlatán. Era un hombre simpático y comunicativo, con un carácter
parlanchín y jovial, que siempre estaba pegando la hebra con alguien. Sólo que
tenía la mala suerte de ser mudo.
El
más asombrado de todos, Nicomedes, decía: Pero si no es una reforma, sino un edificio
completamente aparte. Y todos iban comentando, intrigadísimos: Pero si es
redondo No será una plaza de toros Va a ser grandísimo! ¡Total, para cuatro
gatos que somos! Habéis visto No tiene escaleras Todo son rampas que hacen
curvas ¡No tiene ni una ventana. Y la puerta es anchísima Y cuando el maestro
se atrevió a mostrarle su extrañeza al contratista, éste se limitó a contestar,
muy serio. Los planos son los planos. En el pueblo nadie salía de su asombro ni
hablaba de otra cosa. Sobre todo, el mudo.
4
El maestro ha llegado a la conclusión de que hoy en día los nuevos adelantos en
materia de edificios escolares deben de ir por esos rumbos. —Total, a mí me da
lo mismo dar la clase en un aula destartalada que en una plaza de toros
surrealista. Lo fundamental es que haya estufa. ¿Y cómo no va a haberla, con el
derroche con que están construyendo? En la soledad de su habitación le comenta
al retrato de su mujer que tiene sobre la mesilla: —Desde luego, esta gente es
la caraba. Parece que están jugando a las siete y media: o se pasan o no
llegan.
Y
enseguida Jacobo entra en el juego: —Hacednos esa merced, contadlo presto, mi
señor. Porque ya les ha contado muchas historias, y han leído varios libros
todos juntos, comentándolos: bellos romances antiguos donde la gente habla así,
emocionantes novelas de aventuras, y algunas de ciencia-ficción que a Jacobo le
han entusiasmado. De cuando en cuando juegan a representar escenas o a hablar
como los personajes de los libros. —Oídme, pues, gentiles damas, aguerridos
mancebos
del
castillo, entraron los musulmanes tras ellos, y los pacíficos labriegos, que no
tenían armadura ni estaban avezados en el arte de la guerra, regaron con su
sangre heroica las escalinatas de piedra que ahí veis... Maruja y Asun tenían
los ojos empañados, y Elisa dijo: —¡Pobrecillos! —Al final sólo quedaron siete
caballeros, que enarbolaban sus infatigables espadas y mandobles, y sólo
retrocedían un escalón, caminando de espaldas hacia lo alto de la torre, tras
causar muchos muertos entre los enemigos
en
ese entonces un puñado de hombres, mujeres y niños quedaron separados de los
demás y huyeron monte arriba, pues la visión de este castillo los había llenado
de esperanza. Pero los almorávides los persiguieron. —¿Y se repitió la tragedia
de cuatro siglos antes? —preguntó Jacobo, abatido. —Sí. Además, esta vez no
tenían a los siete caballeros para que los defendieran. Se refugiaron dentro
del castillo. Las mujeres y los niños desprendían piedras de las almenas para
hacerlas caer sobre los almorávides, mientras los hombres disparaban flechas.
Consiguieron repeler el ataque y los enemigos se alejaron para deliberar.
5
los habitantes de Villalmendruco al entrar en su última fase, la obra de
Nicomedes iba dando también sus frutos. Una enorme grúa fue alzando las
gigantescas piezas de hormigón armado que parecían tajadas de melón, y las fue
colocando sobre el aula cilíndrica ya construida, hasta formar una gran cúpula
semiesférica que dejó a todos boquiabiertos. Ni una sola ventana ni claraboya
se abrían, pues, en los muros ni en la bóveda. y una única puerta, amplísima y
de acero, cerraba herméticamente el extraño santuario allí donde accedía la
curvilínea rampa de entrada.
Otras
veces, una timba de viejos se jugaba a las cartas el dinero que sus hijos
habían mandado, antes de que los nietos pudieran retirar lo necesario para
revocar las fachadas, ampliar el redil o comprar un motocarro de segunda mano
para bajar a vender sus productos al valle. Únicamente Nicomedes lograba
meterlos en cintura de cuando en cuando. Había ido logrando que sus alumnos se
aficionasen a leer, y algunos andaban ya embarcados en El libro de la selva. La
enseñanza, totalmente inédita en la historia de la pedagogía, se extenderá a
todo el país. Si fracasa, las especialísimas condiciones de aislamiento, escasa
población, falta de comunicaciones, etc., de ese lugar, unidas a la discreción que
se le exige, harán que el fracaso no trascienda. Lo que se le comunica a usted
a los efectos oportunos.
Y
abajo del todo venía la misma firma que la otra vez, igual de mal escrita.
6
NICOMEDES cayó enfermo. Los albañiles, el contratista de obras, la grúa y los
camiones se marcharon. La escuela permanecía con su portón de acero
herméticamente cerrado. Su cúpula de hormigón y su muro cilíndrico, rodeados
por una espiral de rampas, permanecían enigmáticos e inmutables, junto al
pueblillo de fachadas encaladas y floridas, y con sus alrededores salpicados de
rediles, colmenas y gallineros. Su situación era tal que no podía verse desde
ningún lugar del valle, pues la ocultaba un monte poblado de algarrobos. La
vieja escuela continuaba con sus grietas y sus goteras. Y sin estufa. En el
pueblo reinaban la impaciencia, la curiosidad y la alarma. Espesas cortinas de
lluvia caían
Sobre
el pueblo. Los truenos parecían rodar montañas abajo y los relámpagos daban un
aspecto fantasmagórico a las ruinas del castillo. Al retumbar un trueno
espantoso, mucho más fuerte que los anteriores, Jacobo se despertó
sobresaltado. La lluvia azotaba la ventana. Un relámpago le hizo ver a través
del cristal empañado la espectral apariencia de la escuela incomprensible. El
pueblo dormía allá al fondo.
A
LA MAÑANA SIGUIENTE, todos los escolares se arracimaron ante la vieja escuela,
sin saber qué hacer. Traían sus libros, cuadernos y lápices; pero el profesor
seguía enfermo y el nuevo no se había presentado, a pesar de ser la fecha tope.
El campo relucía tras la lluvia. A la hora en punto, el silbido de una sirena
cuyas vibraciones producían una extraña música electrónica les hizo dar un
brinco los chicos y las chicas caminaron rampa arriba hacia el portón abierto y
se detuvieron extasiados en el umbral.
El
espectáculo que se ofrecía ante sus ojos era fascinante.
7 LA GRAN CÚPULA de hormigón aparecía llena de estrellas
pese a estar en pleno día, y de ellas manaba una difusa luz lechosa que llenaba
de una suave paz a quienes entraban en la amplia sala circular. Toda la
hermosura y la vida de la bóveda celeste se veía reproducida en aquel
firmamento tan próximo y a la vez tan lejano y misterioso, en el que las
estrellas fijas permanecían inmutables y las estrellas variables destellaban,
mientras los incandescentes meteoritos y los infatigables cometas erraban sobre
el intenso azul.
El
cilindro que constituía la cabeza estaba rematado por una semiesfera
reluciente. La forma de la cabeza era igual que la de la escuela, y al hallarse
justo en su centro parecía servirle de núcleo y de punto de origen. Los niños
advirtieron que las bellísimas imágenes que palpitaban en la bóveda las estaba
proyectando él con sus ojos multicolores, de los que partían rayos luminosos.
Otras
pantallas estallaban en una orgía de colores y de formas elásticas, llenas de
matices sutiles y de riquísimas tonalidades. Eran como cuadros abstractos en
los que surgían paisajes verdes y dorados, nubes hirvientes y cobrizas, flores
viradas al violeta o al anaranjado.
Las
de otros aparecían turbias, sugiriendo cerebros aún en desarrollo, en los que
sólo se dibujaban claramente las imágenes de los seres concretos con los que se
topaban a diario. En éstos, y en casi todos, eran constantes las imágenes de
sus amigos, sus abuelos, los padres ausentes rodeados de una neblina triste y
el viejo maestro.
8
CARRASPEÓ como un conferenciante, oprimió una tecla de su torso para que se
cerrase herméticamente la gran puerta de acero, y bajó las luces hasta dejar en
penumbra el recinto. Abrió una puertecilla de las múltiples que cubrían su
cuerpo y sacó un vaso. Abrió con otra mano un pequeño grifo plateado que había
emergido automáticamente de su barriga metálica, llenó el vaso de agua y se lo
echó de un trago al coleto.
Los
métodos más revolucionarios. Los más asombrosos sistemas. Las caras de los
niños resplandecían de ilusión e impaciencia. —Pero, independientemente de su carácter
experimental y absolutamente fantástico, no hay más remedio que dar el programa
de pena. Me he comprometido ante el Ministerio en ese sentido.
las
vaciones de verano, Navidad y Semana Santa, sábados y domingos, días de fiesta
nacional, regional y local, santos patronos, Virgen de la ermita de arriba con
su correspondiente romería, fiesta de la vendimia, fiesta de la recogida de los
higos, día de la matanza y posterior confección de embutidos típicos de la
zona, días de votaciones y referendos, etc.
9
VAMOS A HACER una demostración elemental de los medios audiovisuales súper
modernos que dispone esta escuela única en el mundo.
algunos
de esos medios, el cine sobre todo, han hecho tímidos intentos de ofrecer
imágenes en relieve. Pero ha sido un relieve contemplado desde fuera, como si
en vez de encontrarnos ante una pantalla estuviésemos ante el escenario de un
teatro.
Todos
esos medios de nuestro tiempo, la cámara de cine, televisión o video, el
aparato fotográfico, etcétera, tienen un defecto garrafal, un fallo lamentable
que hace difícil comprender que la humanidad se lo haya tragado sin rechistar
durante un siglo: ¡sus imágenes, queridos amigos, sólo pueden ser tomadas desde
el punto en que haya sido colocada la cámara! ¡Imperdonable, inadmisible,
señores! ¡Seamos serios! Porque, entonces, el hombre estará condenado a
contemplar tan sólo imágenes tomadas desde lugares donde haya estado otro
hombre con su camarita al hombro.
Don
Nicomedes se alarmó, dando un brinco en su butaca, y todo el público de la sala
estalló en una exclamación de horror, pues un brazo del robot se había
disparado como una flecha hacia su cara. Todos creyeron que le iba a arrancar
los ojos sin más ni más. Pero enseguida vieron que, simplemente, le iba a poner
unas gafas metálicas que lanzaban destellos ambarinos. En el acto, en el punto
de la pared diametralmente opuesto al sillón del viejo maestro, apareció una
imagen: precisamente la que él estaba viendo, proyectada allí por aquellas
sensacionales gafas. —Hagamos una prueba sencillísima.
10 ANTE LOS SORPRENDIDOS OJOS de los habitantes
del pueblo se abrió, en el solidísimo muro curvo de hormigón y con un ruido
como de descorrer cortinas, un amplio ventanal por el que se veía la imagen
archiconocida de Villalmendruco de Todo lo Alto, visto desde la escuela. Sólo
Nicomedes se percató de que no se había abierto ningún ventanal, sino que se
trataba de una simple proyección cinematográfica que partía de los ojos del
robot.
Todos
se apresuraron a echar un trago del líquido anti mareos, pues la escuela
comenzaba un despegue vertical. Primero se fue elevando lentamente, y fueron
viendo su pueblo más abajo, más abajo... Las Peñas Bravas, el valle tantas
veces contemplado, el río sinuoso, los olivares y los campos con las mil
tonalidades del verde, el ocre y el cobrizo... Ya el panorama era más amplio
que el que tantas veces dominaban desde el castillo.
El
Ojo Ubicuo había sido lanzado hacia Venus para filmar estas imágenes hasta hoy
inalcanzables. Los ansiosos espectadores sobrevolaban ahora aquel planeta
pequeño y sin lunas, cuya superficie plagada de rocas era azotada por nubes
sulfúricas impulsadas por fuertes vientos.
Cuando
más embriagados estaban, su escuela aparentemente voladora trazó un arco
inmenso en el vacío, dejó allá al fondo a Urano con sus cinco lunas, al azulado
Neptuno con sus dos satélites y al solitario Plutón revestido de un sudario de
gases congelados, y se elevó hasta contemplar todo el sistema solar en su
hermosura absoluta.
Y
en el corazón de aquella célula humilde y viva, un núcleo rodeado de errantes
gránulos que danzaban reprodujo, ante la atónita mirada de los niños y los
viejos, otro mágico sistema solar como los millones y millones que formaban
hasta el más minúsculo ser de la Creación... Nadie hasta entonces había podido
vivir aquel viaje.
11
AQUEL PRIMER DÍA bastó para que el robot, con su Escuela del año 2000, se los
metiese a todos en el bolsillo. Y a Nicomedes, el primero. Él se había puesto
enfermo sólo de pensar que iba a venir un profesor nuevo, especializado en
técnicas súper modernas, que imaginaba la mar de raras e inadecuadas para
aquellos muchachos. No sabía qué tal se llevaría con él, qué carácter tendría,
si le consideraría un vejestorio inútil, si echaría por tierra todo su sistema
de enseñanza...
Estoy
pensando en mandar enseguida al Ministerio un informe muy favorable sobre esta
experiencia. Tengo que decirles que transmitan mi felicitación más efusiva al
inventor del maestro-robot.
Nicomedes
advierte un hecho revelador e inquietante que tardó en estallar en su cerebro
como una advertencia: ¡El robot no oía! ¡Al menos, no escuchaba a los alumnos!
Pero era imposible que no oyese, tratándose de un aparato tan perfecto, con los
últimos adelantos de la cibernética... LA VUELTA AL MUNDO los entusiasmó a
todos. Ante sus ojos, hechos a contemplar sólo peñas y olivares, rebaños y
viñedos, casucas blanqueadas y geranios, se ofreció primero el Mediterráneo,
como la brillante cota de malla de un guerrero gigante tendido al sol... Vieron
Venecia,
12
EN LOS DÍAS que siguieron, pasaron muchas cosas. Una tarde, el robot les dijo:
—Es una pena que el horario oficial del Ministerio os impida disfrutar por más
tiempo, cada día, de estas maravillas. Observo que, al iros por la tarde, os
vais tristes, porque se os ha terminado la contemplación de estas imágenes...
¿Os gustaría poder seguir viéndolas en vuestras casas? —¡Sí, sí, sí...! —vocearon
los niños y los viejos. Pero ya él, sin esperar respuesta, les estaba diciendo:
—¡Aquí tenéis! Y, abriendo una compuerta de su pecho metálico, sacó un puñado
de folios y los arrojó al aire. Había tantos como habitantes.
El
robot, por primera vez, salió de la escuela. Lentamente, bajo la luz del
atardecer, subió por la rampa espiral que rodeaba el edificio, hasta que llegó
a la cúspide de la bóveda. Una vez allí, comenzó a emitir. Las imágenes
empezaron a llegar a las casas. Desde aquel día, cada tarde, al acabar las
clases, hacía lo mismo, y hasta el momento en que los habitantes de
Villalmendruco se iban a acostar, rendidos, los tenía bajo su control. Les
suministraba sus conocimientos,
les
regalaba sus fantasías, les relevaba del esfuerzo de utilizar la imaginación. Y
merced a un fenómeno bellísimo, aquellos espejos vivos de superficie lacada
fueron creciendo poco a poco, como amebas pacientes, como medusas gelatinosas
adheridas a los muros.
Las
carreteras se habían poblado a ambos lados de murallas de rascacielos que lo
llenaban todo. Las pocas gentes que quedaban en el campo habían emigrado. No
había olivares. No había colmenas. No había cabras. No había algarrobos. No
había higueras. No había sitio para las flores. No había pájaros. No se veía el
sol entre los altos muros que encajonaban las calles hacinadas. Las ciudades se
habían unido. Moles inmensas de hormigón, acero y vidrio avanzaron como
glaciares áridos, como manadas de hoscos mamuts alineados, repetidos. Hasta que
todas habían llegado a formar una, y el mundo entero aparecía cubierto por una
infinita ciudad tentacular que lo abrazaba, como un pulpo petrificado
gigantesco.
13 DÍA TRAS DÍA, los espejos y los prismas iban
ejerciendo su influencia paciente y callada sobre los habitantes del pueblo.
Los espejos, omnipresentes en las casas, los iban «llenando». Los prismas, que
los acompañaban a todas partes, los iban «vaciando». Los espejos les llenaban
la mente de imágenes y palabras prefabricadas que iban remodelando sus
cerebros, haciéndoles asimilar las consignas y reglamentos que regirían en ese
mundo del año 2000, en el que todos serían felices.
En
la escuela continuaba imbuyéndoles toneladas de conocimientos enciclopédicos
que quedarían grabados en sus memorias. Siempre les daba cantidad de detalles
interesantísimos. Por ejemplo, un día proyectó sobre la pared un gran cuadro en
el que venía calculada con toda precisión la pérdida de productividad que
acarreaba al género humano la lectura.
14
TODOS LOS ALUMNOS, menos Jacobo, habían sido ya «vaciados» de muchas cosas por
los prismas. Tan sólo él tenía reservas suficientes como para que le quedasen,
en algún recóndito rincón de su cerebro, ciertos residuos de fantasía,
personalidad y rebeldía... Había vuelto a zambullirse de lleno en la lectura. Huyendo
de los espejos que le envolvían en casa y dejando el prisma bajo la almohada,
se iba por las noches al gallinero y, con una linterna, se pasaba horas y horas
leyendo. Aquello fue como una transfusión de sangre nueva que revitalizó su yo.
Llegó a deducir que los prismas no eran agresivos por la noche.
Sus
torreones eran prismas hexagonales idénticos al que acababa de arrojar, pero de
tamaño colosal. De sus troneras brotaban haces luminosos que rodeaban la
astronave de una corona de luz. La fortaleza volante venía hacia el castillo, y
la intensidad de su luz creció y creció hasta cegarle por completo. Abrió de
nuevo los ojos al cabo de unos momentos, y la fortaleza flotaba a cierta
altura, con las luces casi apagadas, semejando un fanal suspendido de la bóveda
celeste. Luego se apagó. En el torreón se oyó ruido de armaduras. A Jacobo se
le heló la sangre en las venas. Se oía perfectamente cómo varias personas
caminaban, produciendo ruidos metálicos al moverse.
15
LOS TRES LADRONES nocturnos irrumpieron como una tromba en la habitación,
cargados con su botín. Volcaron el cántaro, el saco y el canasto sobre el
suelo, y allí quedó el montón de prismas con sus porosas entrañas embebidas de
todo lo que habían ido absorbiendo a los habitantes del pueblo. El maestro los
miraba boquiabierto. Desde la mesilla de noche los contemplaba también el
retrato de Clara. Y a su lado estaba el informe al Ministerio, del que sólo
había esbozado las primeras líneas, antes de que le acudiera aquel alud de
interrogantes.
Pero
fue pasando el rato y el robot no aparecía. La puerta seguía abierta, y al otro
lado se adivinaba la penumbra del aula circular. El robot no salía. Una luz
lechosa comenzó a bañar el interior de la escuela. Y comenzó a sonar la música
de la bóveda celeste. El robot los estaba esperando.
16
LOS CUATRO AMIGOS caminaron hacia la puerta abierta. Nicomedes se había echado
encima del pijama, precipitadamente, su gastado batín. Elisa se había puesto
sobre el camisón unos pantalones de pana y un jersey que le había prestado el
maestro, y calzaba unas zapatillas. Jacobo y Cosme llevaban la ropa llena de
manchas y desgarrones, de las carreras monte arriba y monte abajo y los
allanamientos de morada en que habían entretenido sus ocios aquella nochecita
toledana. La patrulla que iba a enfrentarse, quizá, con un poderoso imperio
extraterrestre era de lo menos aguerrido y marcial que imaginarse pueda.
Llegaron al umbral de la Escuela del año 2000 y la sangre se les heló en las
venas.
Mirándolo
todo desde la ventana de tu casa! ¡Quedé deslumbrada y no vi nada! A los cuatro
espectadores les sacudió un solo estremecimiento, como otro rayo más que
corriese por sus nervios.
17DE
ESTA FORMA había dado comienzo, tal como estaba previsto desde hacía mucho
tiempo en aquel planeta supe tecnificado y deshumanizado, la Última Fase de la
Operación 2000. Con una paciencia infinita, aquellos extraterrestres, creadores
de una sociedad que consideraban perfecta, habían venido a visitar la Tierra
cada varios siglos... Pero la Tierra no estaba aún madura. Había grandes
civilizaciones, poderosos imperios, grandes avances de la ciencia, el arte, el
pensamiento.
EN
LA PANTALLA aparecía ahora un mapamundi, con los Siete Islotes señalados. Sobre
seis destellaban unas dianas con todos los colores del arco iris, anunciando el
éxito. Sobre el séptimo punto aparecían unas aspas negras, como una tachadura
tajante. La pantalla se apagó y las luces se encendieron. El robot se volvió
hacia ellos, y los cuatro dieron, instintivamente, un paso atrás. Su voz sonó,
apagada y neutra: —He recibido orden de partir a medianoche. Debo recoger los
espejos y los prismas. Espero que éstos me los traeréis vosotros
18
LOS HABITANTES de Villalmendruco de Todo lo Alto, al despertar, echaron en
falta sus prismas bajo las almohadas. Miraron los espejos esperando una
explicación, pues desde hacía tiempo todas las explicaciones sobre todas las
cosas las daban ellos. Pero permanecían mudos. Miraron por las ventanas a lo
alto de la escuela, y el robot no estaba allí emitiendo. Y entonces, primero
imperceptiblemente, luego de forma cada vez más manifiesta, comenzó la retirada
de los espejos. Al principio, sus márgenes más extremos comenzaron a ondularse
lentamente, a temblar. Luego se fueron encogiendo. Al contrario que cuando
invadieron las paredes, ahora se fueron replegando sobre sí mismos, como se
encoge una babosa cuando la tocamos con el pie, como va despareciendo el vaho
de un cristal sobre el que hemos echado el aliento.
Esta
Delegación Ministerial recibió en su día el informe de la Inspectora relativo a
la conveniencia de dotar de estufas, sillas, pupitres y algún material más a
esa escuela. No se han efectuado los trámites oportunos debido a que ha de ser
clausurada. Durante los últimos meses se han venido realizando las obras de
ampliación de la escuela de Villalmendruco de Abajo, destinada a concentrar la
población escolar de los pueblos y cortijos de la comarca, ya que la situación
actual supone una dispersión de medios humanos y materiales a todas luces
desaconsejable.
19
convertirse en el escenario de los increíbles acontecimientos que acabo de
contaros. A lo que vimos y vivimos los cuatro no le he añadido más que algunas
deducciones mías sobre cosas que no pudimos ver, y juro que todo es verdad. Y,
sin embargo, nadie quiere creernos. ¡Y yo necesito que me creáis! Quiero
comunicarme con vosotros. Porque, continuamente, me martillea la mente todo
aquello, y me llena de desazón, y me rebelo, y llamo a la esperanza, y os grito
a todos: ¡Soy un muchacho! ¡Estoy lleno de vida! El día uno de enero del año
2000 tendré exactamente.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)